Aunque el daño solar se produce todo el año, es indudable que cuando el frío y las nubes desparecen, y viene el cambio de estación, la conciencia de que tenemos piel se hace más patente. Principalmente, porque, se quiera o no, la exponemos más y disfrutar del calor es un panorama más.
El mayor riesgo de una sobreexposición a los rayos ultravioleta es el cáncer de piel. Y dentro de éste, el melanoma es la principal causa de muerte en pacientes de 25 a 29 años por cáncer, explica el Dr. Mauricio Rivas, director médico de Clínica Valle Norte.
Los cánceres de piel tipo no melanoma -carcinoma basocelular y carcinoma espinocelular- son los más comunes y de relativo bajo peligro. “No dan metástasis habitualmente, excepto el espinocelular, que sí tiene mayor riesgo, pero el del basocelular es muy bajo -detalla el Dr. Rivas-. Normalmente se tratan fácilmente con cirugía”.
El tipo melanoma es el tercero en frecuencia, pero también es el más complejo. Se origina en las células que producen pigmento y puede desarrollarse en cualquier parte del cuerpo, incluso en áreas que no se exponen al sol. A menudo se caracteriza por un cambio en el tamaño, la forma, el color o la textura de un lunar existente, o puede aparecer como una nueva lesión pigmentada.
Los factores de riesgo asociados a esta neoplasia en general, acota el Dr. Rivas, son la exposición solar crónica, el fotodaño crónico, las quemaduras en la infancia, tener más de 50 lunares en el cuerpo, antecedentes familiares y la piel más clara, entre los más conocidos.
¿Los grandes causantes? “Los rayos ultravioleta, especialmente los tipo A y tipo B – precisa-, aunque no son los únicos. Hay ciertos cancerígenos, como, por ejemplo, el arsénico. Las personas que laboran en minería tienen más riesgo, sobre todo de cáncer espinocelular. La gente que antiguamente trabajaba con radiografías y no tenía las protecciones adecuadas también. Lo mismo ocurre con las personas que se hacen radioterapia”.
El cáncer de piel tipo no melanoma se presenta mayormente en las zonas fotoexpuestas del cuerpo: rostro, cuello, escote, orejas y dorso de la mano. El de tipo melanoma, en cambio, puede aparecer en cualquiera otra área. “Podemos verlo desde la cabeza, incluyendo la conjuntiva, hasta la planta de los pies”, indica el dermatólogo.
PROTEGERSE SIEMPRE
La detección temprana y el tratamiento oportuno son fundamentales en el cáncer de piel. Ante cualquier duda o preocupación sobre lesiones o cambios cutáneos, es importante consultar cuanto antes con un dermatólogo.
¿A qué signos hay que estar atentos? “Básicamente, a la regla del ABCDE -responde el Dr. Rivas-. El A es de asimetría, es decir, cuando una mitad es distinta a la otra mitad de una lesión o un lunar. El B, cuando hay bordes irregulares. El C, cuando hay más de dos colores. El D, cuando hay un diámetro mayor a seis milímetros. Y E, cuando cambian en el tiempo, es decir, una lesión que era de una forma va modificándose”.
Como es difícil que alguien pueda memorizar y lo aplique en el día a día, advierte el médico, “yo les digo a mis pacientes que deben consultar lo antes posible por alguna lesión que ellos vean sospechosa, y que al menos una vez al año, o cada dos, se realicen un chequeo general con un dermatólogo”.
La protección solar adecuada es clave. “La piel tiene que durar de 80 a 83 años, que es la esperanza de vida. Por lo tanto, la protección solar desde la infancia es fundamental, utilizando ropa ultravioleta y protector solar cada dos horas si la persona se expone al sol. Y, sobre todo, evitar a toda costa las quemaduras solares en la infancia”, añade.
En la Región de Coquimbo, recordemos, hay una radiación ultravioleta importante durante casi todo el año, y también se da en zonas del sur extremo, como Punta Arenas, donde esta radiación se produce por el déficit de la capa de ozono.
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